Estaciones:Descompuestas
En una era donde las estaciones ya no se comportan igual, la obra - una puesta en escena con más de 70 artistas de ballet clásico, neoclásico y contemporáneo - reflexiona sobre las huellas que como seres humanos hemos marcado en el tiempo y nos cuestionamos: ¿hemos descompuesto las estaciones?
Guión: Carolina Figueiredo
Dirección: Carolina Figueiredo, Isabelita Lewis
Coreografía: Isabelita Lewis, Tania Ashkenazi, Analida Galindo
Primavera
El primer rayo de sol después de un largo invierno, un punto de luz que da inicio a la vida y con ella - el movimiento.
Como una pequeña planta, ella persigue la luz con una curiosidad descuidada y sin fronteras. Persigue ese primer rayo de sol desde la punta de su mirada, desde la yema viva de sus dedos. Con pies que driblan y alma que flota, quiere luz. En esa persecución libre y casi infantil viaja lejos, a micro cosmos que se iluminan y se apagan, dibujando un ritmo que ya no quiere parar de moverse.
Después de muchos viajes ella se encuentra anclada entre múltiples raíces. Como si una bandada de árboles hubiese sido sembrado muy cerca, sus troncos y hojas volado hacia lejos, dejando sus raíces unidas con la tierra y entre ellas. Ella como tronco hojas frutos briza - anclada entre raíces ajenas pero prestadas. Como zapatos hermanos.
Y tratando de descubrir cómo liberarse de allí, ella respira - como pulsaciones vivas y como lo único que sabe hacer cuando nace. Pero ella ya tiene el calor de la luz, que se quedó tan cerca de su piel que se confunden - y de la respiración nace el movimiento. Que se propaga hacia todas las demás.
El movimiento que había llegado hasta el fino hueso de los tobillos quiere arrancar las raíces del piso, quiere descomponer la tierra - moverla desde abajo hacia los lados, desde el centro hacia arriba, negando el peso de la gravedad. Encontrándose de a poco con una felicidad que alumbra, porque vino de la luz.
Verano
El aire se pone denso, como si la gravedad de tanto negarla, ganara más fuerza. Como si desconocidos hubiesen entrado al cuarto nunca antes habitado, y como no les es familiar ellas se unen como si quisieran recordar el principio de todo. En su familia de raíces que de tan juntas se confunden. Se unen y observan los desconocidos, que se mueven en un aire denso - desde sus cuerpos que no son raíces ni luz. Son otra cosa. Quizás una bandada de pájaros que llega, quizás solo son lo desconocido.
La curiosidad las persigue como ojos con hambre, y quieren acercarse al desconocido, como bebés que desde sus instintos desean probar un nuevo sabor. Y como células se unen en pares, cantando un movimiento que necesita los dos cuerpos para ser. Como el par de alas, de piernas. Como el par que para seguir evolucionando ya no pueden estar en soledad. Y juntos llegan alto, en un intento de tocar el techo. Que es el recuerdo de un cielo pasado. Pero lo único que alcanzan tocar son paredes altas de cemento, y conocen por primera vez los límites.
En negación, casi como un acto de rebeldía, se mueven y se remueven como si sus brazos pudieran abrazar la totalidad del tiempo, sin límites pasados ni barreras futuras. Con una energía que se hace casi palpable - se transforman repetidas veces entre monstruos y hadas, entre lo que se ha visto y lo que se ha soñado.
Y tu curiosidad te llevó a estar por primera vez, completamente sola. Y ahora que descubriste el origen de la luz desde cerca, tu energía se vuelve tan intensa que te multiplica. Como un eco de tu cuerpo en movimiento. Como un trueno que se escucha desde hace millones de años. Como el ser humano persiguiendo todo para recordar que él mismo es energía infinita. Y se multiplica, una y otra vez. El eco como moscas o insectos que se pegan a la luz.
Otoño
El mundo se despliega una vez más, pero ahora sin ser él mismo. Como nubes que juegan con agua, que juegan a aparecer y desaparecer, que juegan y se disfrazan de cielo, de algas marinas, de arena y de crustáceos. Nubes que juegan a ser elefantes marinos, que se transforman en planetas y naves, haciendo de la ceremonia una capa muy escurridiza para vestirla. Y entre tantas risas, llueve.
Los ojos ven silencio, la piel eriza la consecuencia de lo que no sabe. O piensa que no sabe, solo porque no logra ver.
Aparece un enmarañado de troncos y hojas conectadas, completandose en un rompecabezas de cuerpos, donde recuerdan que juntas - ellas son mundos enteros. Que se unen y se separan en piezas diminutas, pero todas conectadas.
Invierno
El asombro se hace grande y la energía que llega desde afuera las va condensando cada vez más. Hasta que explotan en partículas de magnitud, con destellos de energía infinita, y llena de misterios. Como un frío azul, que deshabita para encontrar lo ruidoso que llegan ser los silencios profundos, y desviste la belleza del movimiento en búsqueda de algo más profundo.Ella viene caminando desde lejos, con pies que trotaron, flotaron, pero también la hicieron caer. Llega con un mapa en su mente lleno de tonos musicales. El redondo de sus ojos dejó lugar a espirales, y sus manos regresan a la luz ahora queriendo sostenerse de ella. Y sin saber dónde empieza ni termina sus límites, trata de atravesar ese cuerpo ajeno investigando si es otro o si es luz.Después de tantas olas y tantos techos, ellos se encuentran con sus propias fábulas buscando qué más hay detrás de las paredes.El tiempo circularsin finales sin esquinas sin bordescon olas tan delicadas que flotan en circunferencias anatómicasen magnitudes que desaparecen de los ojos desnudos, si insistes en ver desde la razón lo profundo es múltiple, e infinito.¿Cuántas realidades más necesitamos para seguir dibujando el tiempo en líneas rectas? Uno o varios remolinoscon sus tormentas sequías y fronterastemblores que secan las venas de memórias como parásitosy un verano lilástrés inviernos al revéscuaresmas para los diciembresy lagunas llenas de cemento.